Las Estaciones
Si el ciclo de las estaciones ha dejado de maravillarnos, es debido a esa malsana tendencia por acostumbrarse a lo cotidiano.
El primer paso para salir de ese sopor es reconocer que somos seres cíclicos. La linealidad, la irreversibilidad, sólo se da en el aspecto físico. Más allá de él, nuestras alegrías y penas, preferencias y desagrados, euforias y depresiones, varían cíclicamente, con una amplitud y frecuencia propia para cada uno. Y cómo percibimos el entorno y la forma en que lo interpretamos, es un reflejo de nuestro talante del momento.
Así, quien vea en estas obras únicamente imágenes de seres, objetos o lugares, estará captando la mitad del argumento: en ellas están mis veranos llenos de arena al viento, mis otoños que me siguen deshojando, mis inviernos de leña y mate, y mis primaveras prometiéndome que seguiré floreciendo.
Adaptarme a los climas internos nunca me resultó fácil. Y a medida que pasan los años, me parece que algunas estaciones duran más que otras y ciertos ropajes me visten por más tiempo.
A pesar de todo, de alguna manera me las arreglé para rescatar de mi monotonía ciertas señales que me indicaban que aún seguía vivo, formando parte del ciclo.
Y ahora que esas señales se transformaron en fotografías y haiku, me atrevo a entrar por tu ventana como una brisa clandestina de una estación cualquiera, con la esperanza de permanecer en tu memoria, siquiera como un recordatorio de que no somos más permanentes que un fugaz estado de ánimo.
Técnica:
Impresas en papel de Plata sobre gelatina con posterior entonado.