Resiliencia terrenal
Un estudio sobre Kintsugi y las segundas oportunidades de la vida
* Trabajo en desarrollo.
¿Puede un fotógrafo despertar la conciencia de la gente desde el silencio de su laboratorio?
¿Puede un artista en la soledad de su estudio hacer un llamado para reparar un mundo resquebrajado?
Limitado por mermadas condiciones físicas y económicas, no puedo ir con mi cámara a los lugares donde ocurren acontecimientos críticos para la humanidad y el ambiente.
Pero eso no me detiene. Y además creo que la vida brinda segundas oportunidades para renacer de situaciones acuciantes. Catástrofes, cataclismos, y aún conflictos personales o domésticos: no importa qué causó esto o aquello, nosotros somos responsables de sanar las heridas.
Creo que la Tierra es un vivo ejemplo de lo que llamamos resiliencia, y que aún estamos a tiempo de restaurar los daños que hemos ocasionado, de corregir errores, de unir lo que ha sido separado; y el Kintsugi puede enseñarnos cómo hacerlo.
El Kintsugi es una bella metáfora de la reconstrucción, de la reconexión, y de dar a la vida una nueva oportunidad de subsistir.
Cuando pienso en todo lo que hemos roto o tronchado en las últimas décadas, el sutil arte del Kintsugi viene a mi mente. El Kintsugi es a la vez una antigua técnica y un concepto estético japonés creado por artesanos para restaurar y embellecer (con oro y barnices) piezas de porcelana o cerámica, cuencos para té y pequeñas vasijas.
Una vez reparadas, las grietas, marcas y cicatrices no se disimulan: por el contrario, pasan a formar parte de la nueva vida del objeto, dignificándolo.
Si hay un cambio de paradigma en nuestras vidas, éste debería darse en el terreno humanitario más que en el científico. La esperanza es la única respuesta. La voluntad es la única herramienta. El amor, la compasión y la empatía son los estímulos que pueden despertarnos. Y quizás, también el arte…
Confío tanto en la resiliencia terrenal como en la espiritual.
Es posible que nuestro planeta sea una entidad viva, capaz de resistir y de remediar los golpes recibidos. Pero más allá de esa circunstancia, opino que ha llegado el tiempo de enmendar las fisuras, de cauterizar las heridas que hemos provocado, y que luego de transitar una etapa de Kinstugi de la vida, tomemos el mundo (y todo lo que incluye) en nuestras manos con amoroso cuidado, evitando lo que un día quizás no podamos reparar.
Es todo cuanto tenemos, es todo lo que somos.
Dejando de lado los desastres naturales, la Tierra, siempre la misma, siempre distinta, se encuentra en un grado de extrema fragilidad.
Intencionalmente, las imágenes de este portfolio son similares entre sí.
Simbólicamente trato de representar cuántas reparaciones es capaz de soportar una pieza, una persona, una comunidad, o un planeta.
Esta serie fotográfica es mi homenaje a aquellas personas que sobrellevando sus cicatrices, creen en las segundas oportunidades que brinda la vida y ponen sus manos a trabajar.
Acerca de mi técnica:
Busqué coherencia entre la idea de restaurar la vida, y el proceso fotográfico utilizado en esta serie. Igual que toda creación, cada restauración es única. Como el Kintsugi es un proceso físico, cada una de estas piezas fotográficas fue creada con las manos, como un manifiesto de la paciencia requerida y el cuidado necesario para reparar lo frágil. Diseñé negativos de vidrio, y luego de imprimirlos en papel de Plata sobre gelatina, utilicé pigmento de oro aplicado a mano.